Historias ChuncanasVilla Dolores

Tarará

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«Pepe» Miranda, regresa a Chuncania para llevarnos a la Villa Dolores de antaño de la mano de un entreñable personaje.


Venia por la calle que trae del, ahora, barrio La Feria, buscando el pueblo donde con suerte, vendería su ganchadita de leña, o un manojo de jarillas que en aquellos tiempos cumplía como escoba, o en el fuentón con agua caliente para aliviar ¨los pieses¨ o ablandar los garrones después de pataconear todo el dia en la chacra o en cualquier lugar donde trabajara la gente, y todo el recorrido lo hacia tarareando, de allí su apodo: Tarará . No hablaba porque tenía algunos “problemitas”; eso si, se conocía todas las melodías de moda y algunas cuantas de la guardia vieja. La gente de la zona de la Plaza Sarmiento siempre lo veía pasar con su pequeña carga y en oportunidades le compraba, el continuaba andando hasta las planchadas del FFCC a pedir permiso para juntar del piso un poco de carbón y también de hulla (carbón de piedra) que se usaba en una vieja máquina que traía vagones de leña u otros frutos del campo, Los Cerrillos, San José y hasta de Pinas, la estancia de Juan Manubens Calvet, dejaban los vagones en la vía auxiliar esperando al carguero que se lo llevaría a Buenos Aires y la guardaban en el galpón chico del los talleres. También la usaban algunos herreros que tenían fraguas para calentar y enderezar ejes, planchuelas, y todo trabajo de herrería. De todo eso se nutría Tarará , por ahí un mandadito al Obrero o a lo Nicolini, o a los almacenes Calvar. Hasta que un día el intendente, (que era petisito) le dio trabajo. Allí conocí al hombre en su mayor estado de felicidad. A la mañana siguiente, después de recibir sus instrucciones y consejos dados por el encargado,(mi tío), Don Felipe Ponce, salió Tarará con su hoja de palmera de la plaza al hombro, la sonrisa en toda su cara , dispuesto a no dejar ni un papelito tirado en la calle y lógicamente… tarareando.

Don Moncada, tenía al lado de OSN (Obras Sanitarias de la Nación), en la calle Mendoza (actual 25 de mayo) , una casa de comidas a la que la gente de toda la Villa iba a comprar por la calidad de sus platos, cerca de las cuatro de la tarde y cuando Moncada cerraba, aparecía Tarará hecho una tromba, a gastar las monedas de su labor diaria.

Llegaba haciendo una seña que parecía un aplauso acostado y como ya lo conocían, le preparaban un sándwich de milanesa enorme cortado al medio y envuelto en papel blanco, pagaba con lo que tenía y le pegaba a patacón por cuadra, hasta el Hospital San Vicente de Paul, donde en la parte trasera había una capillita de unas monjas que cuidaban los enfermos cuando sus familias los dejaban solos. Allí vivía Lola, su hermanita de unos 8 ó 9 años a la que había dejado allí cuando sus padres se fueron o murieron, si le preguntabas a él, juntaba las manos y las separaba moviéndolas como diciendo, se fueron al cielo, o se fueron lejos. Compartía su manjar con su hermanita y charlaban a su manera, uno con señas, la otra preguntándole de esas cosas que solo ellos entendían , si le había ido bien en algo aplaudía y si no , se ponía truchudo y negaba con la cabeza. Antes de irse, correteaban juntos hasta el portón de la calle lateral, riendo la niña y el, tarareando, hasta que Tarará la abrazaba, y en un gesto de amor y protección enternecedor le revolvía el cabello amorosamente y salía disparando hacia la Av. San Martín , la cruzaba y se perdía en el monte hacia una tapera que tenía por hogar, tarareando .

Los viernes por la tarde, Don Oviedo, que tenía un camioncito «pa´ la changa«, pasaba por el viejo hospital y se llevaba a los hermanitos a su casa , que también era un ranchito y estaba pasando la “Villa Nina” donde los esperaba MAMÁ, nombre por el que se la conocía a esta buena mujer . A veces, y quien sabe por que, las monjas no la dejaban ir a la niña y Tarará no abría la boca hasta el domingo, después de un baño en el fuentón se iba a la cama con toda su tristeza.

A la mañana siguiente, Don Oviedo rumbeaba para la ciudad, lo dejaba a Tarará en la Plaza Mitre donde Don Ponce le entregaba su hoja de palmera y el viejo se iba a buscar el “pique”. Barría las calles tarareando y hacía como si bailara con la hoja de palmera, la gente lo saludaba con afecto y simpatía, y el respondía con una mano en alto a los que los lo saludaban desde algún vehículo y con un movimiento respetuoso de cabeza a quienes pasaban junto a él.

¿Se acuerdan del morochito bien empilchado con su uniforme beige con vivos marrones en su bicicleta de reparto del mismo color que trabajaba en Bonafide, que en ese entonces quedaba al lado de la municipalidad, en la Hipólito Yrigoyen? . Un mediodía , uno de esos viejos camiones que andaban por la ciudad , lo atropelló, a el no le hizo nada, pero a la bici, la molió.

Don Jose , el alemán o suizo ,que era el dueño del negocio, al ver que su empleado estaba bien, cargo la bici en el baúl de Don Lanzzeti, y partió a la bicicletería de Don ¨Barty¨ Ammann en la calle Belgrano para que se la repare. Viendo el estado de la bici, le dijo –esto va a llevar mucho tiempo dejarlo bien porque hay demasiadas cosas rotas- Bueno, dijo el alemán, voy a pedir otra a ,la casa central, y se fue.

Tarará seguía su vida entre la hoja de palmera, las visitas a su hermanita , y los fines de semana, en el campo con Don Oviedo , con quien compartían trabajos propios de la casa mientras MAMÁ le lavaba la ropa y se la planchaba con una vieja plancha a carbón, porque como ya tenía trabajo había que andar bien presentado.

Una mañana barriendo la calle Belgrano, lo llama Don Barty y le pregunta si sabía andar en bici, con la cabeza le dijo que no, y te gustaría aprender? Y con la cabeza le dijo que si. Venite mañana a la siesta. Se cruzó al Club Huracán y charlando con Don “Pedrito” Cruz (200 Kg) le pidió que lo dejara usar la cancha de básquet para enseñarle a Tarará a andar en bici.

Pero si, Albertito, vengan cuando quieran ! ¡Total la tengo al pedo!!! .

Pasaron unos días, el pibe ya se había olvidado de las clases de ciclismo, cuando Don Ammann lo llama y le dice: Tarará …. Esto es para vos. Casi se muere del sorpresón. Resulta que, para aprovechar la bici rota de bonafide, y pidiéndole permiso al dueño, se propusieron recuperarla. Los hermanos Bergalla con sus prensas, chapistas ,pintores, y por supuesto, los bicicleteros. Quedó como nueva, nadie cobró un solo peso por lo que le tocó hacer, las lágrimas de este muchachito lo pagaron y de contado.

Había que verlo con su hermanita en el canasto paseando aunque sea el ratito que las monjas se lo prestaban.

Volvían a la hora fijada para poder salir al otro día y no darle motivo a las monjas de negarles el paseo. Eran todo sonrisas y grititos felices. Nunca se supo el por qué empezaron a negarle las salidas y Tarará le fue haciendo entender que vaya juntando su ropita hasta que se pudieran fugar, y el día llegó, una magra bolsita con lo suyo, y Tarará nervioso, subieron a la bici y le pegaron para la “ Villa Nina» hasta llegar al rancho de MAMÁ donde la señora la recibió con todo su cariño y le hizo un mate cocido con pan casero y pasó a ser parte de los Oviedo.

A los dos o tres días; MAMÁ la acusaba a Lola de no dejarle hacer nada,

– Usté sientesé y descanse. Deje que ay barro ió. Tese tranquila MAMÁ, ya acomodo ió,

¡Que caracho, esta casa es mía, Tarará !!! -bufaba la MAMÁ. Y el pobre Tarará miraba el piso como asumiendo la culpa.

– ¡Velo al sonzo la cara que pone. Que te crees que te he de correr!!!! Mas vale ayude a Oviedo con esos palos que le va hacer una ranchadita para usté y su hermanita, eso si, pegadita al rancho de nosotros…

Como es la vida Tarará… desde la indigencia total hasta esta pobre opulencia que hoy disfrutas, de poder vivir en un lugar al cual poder llamar mi casita.

Ojala esta vida de buena persona te siga premiando” , era el deseo de todos. Era lo que todos pedíamos por él .

Pero la vida te espera con cosas impensadas, todas las alegrias que te dababan vueltas en tu cabecita quizá te distrajeron,y te descuidaste y en la esquina del viejo correo y en un abrir y cerrar de ojos una camioneta Dodge chocó un auto viejo y el pobre Tarará quedó entre los fierros aferrado a su hoja de palmera. Todo el mundo quería ayudarlo pero ya era tarde….fue la primera vez que se escucho su voz y dijo; MAMÁ.