Opinión

La pandemia y el 2 de abril

Por Javier del Corro Tort


El presidente de la nación, gobernadores y funcionarios del área de salud y muchos otros referentes sociales, políticos, comunicadores, etc. Mencionan a la situación que la Argentina y el mundo están atravesando, como una “GUERRA” contra un enemigo invisible y casi desconocido, el coronavirus.

Ese enemigo nos está invadiendo silenciosamente, nos va enfermando y en muchos casos matando, sin que lo percibamos con la contundencia que provoca una guerra en que el enemigo son seres humanos.  No hay bombardeos, ni tiroteos, no se destruyen las casas, los puentes, los caminos ni las fábricas.

Tampoco vemos caer a los heridos y a los muertos, salvo algunas imágenes virtuales, y las cifras y estadísticas, a las que nos vamos acostumbrando y, lamentablemente, naturalizando. Tengo la sensación, viendo el comportamiento de gran parte de la población, que por ahora vemos esta guerra como a una película más. Como muchos vieron –no es mi caso, en lo personal- la guerra de Malvinas, conmemorada por primera vez, desde 1982, sin actos de presencia física, el pasado 2 de Abril.

Haré una breve y simple relación entre aquel conflicto, en que murieron seiscientos cuarenta y nueve HÉROES en combate contra el invasor de nuestras Islas Malvinas, y la guerra contra la pandemia que azota al mundo y ya nos ha dado varios latigazos, con su secuela de heridos y fallecidos.

Entre las causas de la derrota que sufrieron en Malvinas nuestras fuerzas armadas, me permito, recurriendo al conocimiento y experiencia básicos, y también al sentido común, afirmar que dos de ellas son irrefutables: EL EQUIPAMIENTO Y EL ENTRENAMIENTO.  Salvo honrosas excepciones, el adiestramiento, la veteranía del ejército inglés, era y resultó superior.

En este concepto quedan a salvo el honor, el patriotismo y el sacrificio en aras de la Patria que distingue a nuestros héroes, mucho más allá de los resultados de la guerra.

En cuanto al equipamiento, la desventaja fue tal vez mayor, por razones de orden tecnológico que los entendidos han evaluado acabadamente en la posguerra.

Me pregunto y me gustaría llegar, por este prestigioso medio masivo, a las autoridades y a la población en general, con esta inquietud: ¿ESTAMOS O NO ESTAMOS EN GUERRA? 

Creo que tanto el presidente de la nación –al quien oportunamente señaló como “comandante” un acérrimo opositor- como también toda la dirigencia de esta crisis, de este conflicto, han tomado medidas muy acertadas que han dado buenos resultados, por ahora. Una de ellas, la cuarentena, con el llamado aislamiento social, el “quedate en casa”. Creo también que en materia de EQUIPAMIENTO se avanzó y se avanza día a día con todos los medios disponibles.

Pero este equipamiento se concentra en el sistema de salud, prioritariamente.

Lo que está faltando, a mi entender, es el equipamiento de la población, de la “tropa” si se puede llamarla así en tiempos de guerra. Espero que nadie mal interprete esta referencia. La hace alguien que se acostumbró al casco, los porta-cargadores, el fusil, etc. etc. como soldado de infantería clase l952.

Ahora tenemos que acostumbrarnos a llevar puesto el BARBIJO –NO el tapabocas, ya que el “aerosol”, o gotitas que expele el organismo salen también por la NARIZ, y contamina lo que toca, sea persona o cosas- y equiparnos de ALCOHOL EN GEL, “LAS MUNICIONES” con que mataremos al enemigo: el COVID-19. También los ANTEOJOS, PORQUE EL ENEMIGO INGRESA AL CUERPO POR TRES FLANCOS, POR LO MENOS: 1: NARIZ, 2: BOCA Y 3: OJOS.

Pero el EQUIPAMIENTO de poco sirve sin un buen ENTRENAMIENTO.

Puedo tener un cañón para enfrentar un soldado armado con fusil.  Si no sé manejar el cañón, y el soldado está entrenado en su arma, estoy perdido.

Una mujer policía me explicó el riguroso protocolo –entrenamiento- que le permite luchar en el frente de batalla sin contagiarse y sin contagiar. Yo le agrego, ya que estamos en guerra: sin ser “blanco” del virus, y sin convertirse en “aliada” del enemigo, atacando ella a sus camaradas, a su familia, a sus vecinos, tirándoles con “fuego amigo”.

Así es esta guerra, muy diferente a toda otra que hayamos experimentado alguna vez. Nos tomó por sorpresa, nos agarró con poco equipamiento y sin entrenamiento. Hasta ahora, pese a los enormes esfuerzos y a la entrega y heroísmo de muchísimos “combatientes” –médicos, paramédicos, fuerzas de seguridad y militares, cajeros y repartidores, etc. etc.- el enemigo tiene mucho a su favor, entre otras cosas, el FACTOR SORPRESA, algo pocas veces tomado en cuenta, pero que ha dado la victoria, muchas veces, al ejército que estaba en desventaja.

Durante el “quedate en casa” tendríamos que habernos equipado –barbijos caseros, fabricar el gel, etc.- en lugar de quejarnos y esperar que todo lo haga el gobierno.  Y el gobierno –desde el “comandante Alberto”, hasta el funcionario de menor rango- debió entrenar masiva y obligatoriamente a la población para dejar la trinchera –nuestras casas- y salir al combate con chances de ganarle al corona virus, en el campo de batalla que -a la corta o a la larga- será el teatro de operaciones: LA CALLE, las PLAZAS, el lugar de TRABAJO, el ALMACÉN, el BAR, el BOLICHE, LA REUNIÓN FAMILIAR Y DE AMIGOS, etc. etc. En todos y cada uno de estos terrenos estará el enemigo al acecho, silencioso, invisible, bien camuflado entre el amontonamiento de una tropa mal entrenada, poco equipada y ansiosa por ver el final de una película que recién empieza.