EcologíaOpinión

Los ríos son mucho más que agua

Ger Coria
Por: Biól. Gerardo Coria gercoria@gmail.com facebook: Ger Coria

Circulan en nuestro medio opiniones sobre la situación del Río de los Sauces relacionando su estado de descuido por parte del Estado provincial con un mayor riesgo de inundaciones. Si bien en general se puede considerar acertada esa relación, cuando se proponen acciones para subsanar dicha falencia se opta rápidamente por los denominados acondicionamientos de cauces o, más comúnmente, “limpiezas”, que encierran la creencia de que la solución está en modificar o extraer del ecosistema del río lo que, por simple costumbre, a primera vista y sin estudios específicos, parezca peligroso o “molesto”. De allí, y por la misma excesiva simplificación, se podría arribar a la confusa idea de que cuidar el río es lo mismo que transformarlo en un canal…
El río es un sistema complejo, que demasiado a menudo no es considerado en su verdadero valor como proveedor de innumerables e insustituibles servicios ambientales (que son los beneficios que nos dan los ecosistemas cuando funcionan bien). Toda intervención humana que tenga alto impacto sobre el sistema fluvial (sistema que incluye toda la cuenca) afectará tarde o temprano a quienes nos beneficiamos de esos servicios, unas veces en formas sutiles y que ni siquiera atribuimos directamente a nuestras actividades, pero otras de manera catastrófica y destructiva, de las cuales se ven hoy sobrados ejemplos en la provincia y el país.
Por eso, antes de decidir qué acciones tomar cuando se habla de cuidar el río para así evitar o mitigar los riesgos de inundaciones, deberían considerarse seriamente algunos puntos:
– Un régimen de caudales que sirva para mejorar la estructura y funcionamiento del río es fundamental. Un caudal suficiente y con variaciones estacionales “imitando” lo mejor posible el régimen natural, favorece la recuperación del ecosistema y puede evitar las habituales extracciones de plantas, ya que un cauce con tramos en buen estado ecológico (y eso implica un caudal adecuado) controlará su excesivo crecimiento o favorecerá su regeneración donde sea necesario. Igualmente la mejora del régimen de caudales puede disminuir la cantidad de especies exóticas y distribuir mejor los sedimentos propios del río.
– Una de las mejores formas de prevenir los daños de las inundaciones y crecidas es a través de proyectos de restauración del ambiente fluvial, a través de los cuales se puede habilitar zonas de amortiguación (zonas restauradas generalmente mediante acuerdos con los propietarios de terrenos lindantes con los ríos), que se inundan durante las crecidas, disipan la energía del agua y contribuyen a evitar o disminuir los efectos de la inundación en otras zonas donde los riegos y daños podrían ser mayores. Gran parte de las áreas con graves daños por inundaciones o crecientes son zonas donde se ha invadido la llanura de inundación de los cauces (áreas adyacentes a ríos o arroyos, sujetas a inundaciones recurrentes), con construcciones, alambrados o basura y escombros, ignorando o minimizando los riesgos.
– Las denominadas limpiezas, liberaciones o acondicionamientos de cauces, son operaciones realizadas con mano de obra no especializada, sin dirección técnica en el lugar de trabajo y con exceso de maquinaria pesada. Esto produce desmontes no selectivos y eliminación de vegetación, lo que conlleva graves deterioros en la calidad de los ecosistemas, el agua y las riberas del río, y no soluciona –y muchas veces agrava- el riesgo de inundaciones, como consecuencia de actuaciones basadas en enfoques carentes de amplitud y conocimientos. La única “limpieza” exhaustiva que debería hacerse en un río es la de basura producida por el hombre.
– Investigaciones en distintas disciplinas científicas ponen de manifiesto la persistencia de ideas superficiales y de marcado carácter economicista sobre el agua y los ríos, que son un obstáculo para una gestión racional de los recursos y del territorio. Por otro lado, muchos países ya tienen experiencia en proyectos superadores que intentan unir los beneficios ecológicos y ambientales con la prevención de daños por inundaciones, los que son perfectamente trasladables a nuestra provincia y nuestra región.
– Es urgente que esas habituales intervenciones de cauces que priorizan el uso de la maquinaria pesada sean reemplazadas por trabajos de mantenimiento y conservación de cauces, fundamentados en criterios preventivos, más selectivos y que abarquen todos los aspectos del río (ecológicos, sociales, culturales, económicos), y no en parches para enfrentar a corto plazo los problemas, sin estudios previos y la planificación necesaria, y que ofrecen sólo una falsa tranquilidad a la población, como lamentablemente sucede en la mayoría de las actuaciones de acondicionamiento o “limpieza” de cauces.
Las propuestas de actuaciones que, ante la posibilidad de inundaciones, sólo consideran garantizar cierta capacidad de desagüe que impida los desbordes y que el río permanezca en un cauce fijo (aumento de sección del cauce, encauzamientos, extracción de vegetación, construcción de muros o montículos) son, por lo tanto, respuestas apresuradas que parten de ideas simplistas de lo que es un río.
Si se quiere lograr una solución más duradera y mantener los servicios ambientales del Río de los Sauces, es necesario primero cambiar hacia un enfoque más moderno de gestión ecosistémica del mismo. Luego, que la administración provincial disponga realizar los estudios que permitan conocer cada situación particular en los diferentes tramos del río, teniendo en cuenta que ya existen sitios muy antropizados, pero también que hay otros que conservan su estructura y funciones naturales o pueden recuperarlas a través de acciones de restauración fluvial. Finalmente, promover un amplio consenso con la población, para satisfacer las demandas de todos los sectores.
En cualquier condición, pero aún más en aquellas extremas (ciclos de sequía o, como es el caso de la presente temporada, mayores precipitaciones y posibilidades de crecientes e inundaciones) la mejor y más sustentable opción es un río vivo, y no un “canal” donde haya que intervenir una y otra vez para evitar problemas cada vez más graves. Un río con capacidad de autorregulación, de arrastrar y distribuir sedimentos, de mantener en su cauce y riberas cierta vegetación y biodiversidad, de modelar una topografía variada y de anegar su llanura de inundación. Un río con la máxima libertad de movimientos y acción dentro de su Territorio de Movilidad Fluvial, un territorio que ya es tiempo que el hombre gestione con respeto.
Miles de años de evolución avalan esta postura.