Mina ClaveroTurismo

Los sabores del alma

Compartimos una nota sobre nuestros sabores, esos que nos acompañan desde nuestra niñez en este lado de las sierras.

Los sabores chuncanos, indefectiblemente trasportan a los tiempos de la infancia en donde el verano se caminaba en patas por las orillas de los ríos y arroyos. Son los que remiten al rupestre y ancestral dulzor de las vainas de algarroba y coloridos piquillines que nos heredaron los antiguos dueños de estas tierras. Son sabores que nos llenan la bocas de jugosas moras o duraznos criollos en las siestas en donde la niñez desafiaba a los duendes cuidadores del sueño de nuestros mayores.

Los sabores chuncanos son aquellos que le atan, a estos paisajes, el alma de quienes debieron alejarse del terruño pero que siempre regresan cabalgando sus nostálgicos sueños o inspirando en su memorias genética los amaneceres con aromas a menta o los rojos ocasos impregnados de poleos.

Son las migas de los pastelitos y las tabletas de las tardes de patios regados o el frescor bajo los sauces.
Brasero, fogón y leña para cocinar en olla de barro las recetas de las abuelas que preparaban manjares con inexorable gustito ahumado.

Los sabores chuncanos son aquellos, pero también lo son éstos de las nuevas generaciones que hacen de la cocina transerrana un esencial complemento a los atractivos naturales que cautivan a los visitantes.

Los sabores chuncanos nos recuerdan al aborigen, que con los frutos de estas tierras elaboraba las bebidas rituales y recreativas. La chicha y la aloja de ayer heredan la dedicación y paciencia a los nuevos productores de vinos, licores y cervezas que nutren sus industrias familiares con la ofrenda generosa de la Pachamama.

Por eso, en estos valles y montañas, se trabaja denodadamente para preservar el ambiente. Porque nuestros abuelos sembraron en nosotros la enseñanza que la Madre Tierra devolverá en la medida y calidad el cariño que le profesemos cuidando su creación.

Sergio Coria