Te deseo que no haya sido en vano
La Navidad siempre se me ha presentado como el comienzo del fin de año. Y esta vez como el fin de un año mundialmente singular.
Quien no fue tocado por la peste? Todos de un modo u otro hemos sentido los cachetadones, trompadas o puñaladas traperas que ha propinado el minúsculo microbio que cubrió el plantea con su sombra de cuarto jinete del Apocalipsis. Y entonces toda la soberbia humana se redujo a una realidad atemorizada intentando sostener la esperanza puesta en un puñado mujeres y hombres que vienen desvelados desde hace casi un año buscando lograr el antídoto.
La Pachamama, madre piadosa otra vez vuelve a enseñarnos que nadie se salva solo, que todos necesitamos de alguien y que alguien nos necesita. La misma enseñanza que su vida adulta predicara el hombre cuyo natalicio hoy se celebra o conmemora según las creencias : “Ama a tu prójimo como a ti mismo” que es lo mismo que decir “Cuida a tu prójimo como a ti mismo”…
Sin embargo esas palabras que son la definición de lo que conocemos como solidaridad han sido permanentemente desvalorizadas por mezquinos intereses que la califican que con el sello de “utopía, romanticismo o idealismo”.
Este año también se nos ha enseñado el valor que tiene la salud, la libertad, el calor del sol en el rostro, la brisa fresca entrando en los pulmones, los abrazos, el brillo de las estrellas en noches de caminata tranquila, los encuentros, las miradas sobre el tapaboca… y también se nos aleccionó de modo dramático sobre la importancia de disfrutar los momentos, las personas…, los afectos.
La Pachamama insiste y nos demuestra que no existe «La Grieta», porque todos, absolutamente todos estamos del mismo lado: el de los vulnerables. Y el Coronavirus se constituyó en la herramienta para evidenciar que además todos somos iguales, pues naturalmente no existen las barreras raciales, políticas, religiosas, sociales, económicas o culturales. Todos, democráticamente todos somos endebles.
De un día para otro las prostergaciones entraron en el campo de la incertidumbre y entonces el valor de la inmediatez cobró otro sabor.
Aquí estamos… en plenas fiestas de fin de año mirando al cielo… orientando nuestros ojos a ese fenómeno tan único como el eclipse… como la pandemia.
Hasta en las mesas festivas se nos enseña a recordar con el alma las ausencia y a mirar gozosos a la presencias.
Se termia el año, al menos así nos dijeron los europeos y nosotros seguimos la tradición. Es que por estos días en “Las Europas” comienza el ciclo vital de La Tierra y por eso la Natividad se la ubica en estas fechas… cuando se renace…
Mientras miramos aproximarse el final de este año deseo que como raza renazcamos a una nueva conciencia. Que aunque sea de a poco vayamos aprendiendo todo lo que se nos ha enseñado este año. Para que no sea un año perdido, para que el esfuerzo de quienes nos cuidaron no haya sido en vano, para que los que no pudieron llegar no sean mártires de una causa inútil y permanezcan siempre vivos en nuestros corazones.
A esta hora, a vos que estás leyendo esto, te deseo “lo suficiente”, como dice Bob Perks, lo suficiente para que seas feliz.
Cuando esta vez levantemos las copas y digamos “salud…!!!”, habremos aprendido el sentido necesario de ese simple deseo.
Permitime regalarte estos versos del universal Armando Tejada Gómez, para que nunca olvides que aquí estamos, con la mano solidariamente extendida.
“Que no te falte tiempo
para comer con los amigos,
partir el pan,
reconocerse en las miradas.”