Cultura

La reivindicación del chuncano (2da parte)

Las sierras que nos abrazan

Las sierras han supuesto una barrera que nos ha aislado históricamente del progreso en la provincia. De hecho el desarrollo económico se apuntala hacia la pampa gringa agroganadera, aunque la Pampa de Pocho fue y es un importante polo agrícola. A principios del siglo pasado, no eran pocos los hombres que debían cruzar las sierras a lomo de mula, para buscar trabajos en el este en la cosecha de granos.
Sin embargo es posible que las sierras hayan protegido esa escencia creativa que se materializa en la cantidad de artistas que han nacido en este suelo y que pueblan el aire transerrano de música, poesía, danza, pintura, teatro y otras novedosas expresiones del alma atravez del arte.
Esa bohemia que se vigoriza en el abrazo del reencuentro de amigos en torno al fuego previo del asado, o ese vasito de vino compartido mientras la emoción vibra en las cuerdas de una o varias guitarras. Esa bohemia que reclama la resurrección de las noches de serenatas.
Y ni qué hablar del hablar esdrújulo que nos distingue y nos confunde. Las R arrastradas, las S “ajspirardas” nos diferencian del acento del resto de provincia pero nos amalgaman sonoramente con los San Luis del norte de su provincia y los riojanos del este de la suya.

El orgullo de ser chuncanos

Vivimos en una lonja de tierra entre dos contrafuertes que sostienen pampas que llevan nombres de curacas o caciques. Estas sierras son las que aguantan la Pampa de Achala, y las de más al oeste, las sierras de Chancaní, lo son de la Pampa de Pocho
Y en este territorio han acontecido hechos que nos llenan de orgullo de ser chuncanos. Es en esta tierra donde realizó su obra dignificadora el Cura Brochero, este hombre que eligió ser un Santo Chuncano, porque más allá de su formación académica y sus altos conocimientos en filósofía, no dudó un instante en inculturarse y adquirir los hábitos y modo de hablar de los chuncanos hasta convertirse en uno de nosotros.
Este es uno de los motivos de orgullo de ser chuncanos, porque Brochero pudiendo irse eligió quedarse para siempre.
Pero hay además hechos históricos importantísimos que fueron cubiertos por el polvo del olvido como es el caso de la Rebelión del Común, La Revolución Olvidada titulamos cuando publicamos sobre ese tema. Isable Lager, había escrito sobre el hecho en el libro “Territorio de Conquistas”. Para muchos se trata del primer antecedente emancipador de la américa colonizada. Ocurrió en abril de 1774 en Villa de Pocho, en la plaza de Villa de Pocho, y lo bueno es que a esta historia la rescatan y la mantienen viva un grupo de jóvenes pochanos, muchos de ellos descendientes de los protagonistas de aquella gesta que terminen el Pacto de Chañares en donde los subvlevados, entre los 8 planteos para iniciar la negociaciones, destacan que quieren elegir entre los criollos a sus autoridades y que si por aquel acontecimiento debían ser reprendidos, que el castigo cayera sobre la totalidad de los partícipes (El Común) y no de modo individual.Casi, casi una Fuenteovejuna. Paradójicamente la obra de Lope de Vega está basada en un hecho similar ocurrido en ese pueblo de la Córdoba española, también un mes de abril.

Esto es otro motivo de orgullo de pertenecer a estas tierras chuncanas.

En esta pagina web vamos descubriendo a diario las miles de historias chuncanas, enteramentes chuncanas que están diseminadas por el valle y suceptibles al olvido. Como las historias de “La Secundina”, una señora de Villa de Las Rosas que nos lleva a momentos y circunstancias que evidencian la dureza de la vida a principios del siglo pasado.

De esas historias estamos hechos, por eso nos sentimos orgullosos.

Ser chuncano es reconocerse heredero y depositario de esas historias.

El chuncano cuida el paisaje porque aprendió de los antiguos habitantes comechingones que el ser humano no es dueño del paisaje, sino parte indivisible del paisaje. Y por lo tanto si altera el ambiente alterarán en igual sentido su vida.

Y qué hablar de los sabores chuncanos, que nos convocan a las siestas de la infancia en donde el verano se caminaba en patas por las orillas de los ríos y arroyos.

Son sabores que remiten al rupestre y ancestral dulzor de las vainas de algarroba y coloridos piquillines que nos heredaron los antiguos cuidadores de estas tierras. Son sabores que nos llenan la boca de jugosas moras o duraznos criollos bajo la torridéz del sol en donde la niñez desafiaba a los duendes custodios del sueño de nuestros mayores.

Los sabores chuncanos son aquellos que atan a estos paisajes el alma de quienes debieron alejarse del terruño, pero que siempre regresan cabalgando sus nostálgicos sueños o inspirando en sus memorias genética los amaneceres con aromas a menta o los rojos ocasos impregnados de poleos.
Son las migas de los pastelitos y las tabletas de las tardes de patios regados o el frescor bajo los sauces, tirado panza arriba dibujando ilusiones con las nubes blancas en estos profundos cielos.
Brasero, fogón y leña para cocinar en olla de barro las recetas de las abuelas que preparaban manjares con inexorable gustito ahumado.

Cuando el chuncano debe irse del pago extraña más las sierra que a su familia.
Los chuncanos regresamos imaginaria y sincronizadamente una vez al día y desde cualquier lugar del mudo en donde estemos. Lo hacemos a esa hora en que nos reconocemos y nos abrazamos con el airecito que baja de las sierras impregnado con olores de tusca, menta, poleo y peperina.

Cada día, al terminar la jornada regresamos, inexorablemente a renovar energías, a encontrarnos con los que fuimos, con los que somos y con los que queremos ser.

No acercamos ansiosos de sentir los acordes de alguna guitarra serenatera y del bullicioso afectos de los amigos.

No son pocos motivos para sentir orgullo de haber nacido en esta geografía.

Cada día, antes que caiga la noche, regresamos al pago porque puede haber en el mundo atardeceres bellos, pero ninguno como los de este valle. Y eso amigas y amigos es un orgullo bien chuncano.