Cultura

De luces malas y buenas

Desde la más temprana infancia nos encontramos con leyendas, mitos y todo tipo de historias que se van transmitiendo de generación a generación en nuestra región. Muchas veces estos relatos buscan dar respuestas a preguntas existenciales, fenómenos naturales o simplemente intentar interpretar algo cuya explicación resulta imposible.

Otra función que nuestras «viejitas» chuncanas encontraron en estas historias era lograr, mediante fantásticos relatoss, el sosiego de los niños, principalmente en la hora de la siesta, que en nuestra región, como todos sabemos, es sagrada.

El «Viejo de la bolsa» y «El duende» … les habrán dado momentos de tranquilidad a nuestros mayores para su descanso e infinitas horas a los niñosde imaginando como serían esos misteriosos personajes en el silencio siestero

La luz mala

Una de las historias más populares en nuestra región es el relato de la luz mala.

Quén no conoce algún chuncano que quedó encandilado con el «farol de mandinga» durante los atardeceres serrano o en una noche oscura y cerrada.

Si bien la ciencia dio el contundente veredicto de que se trata de «fuego fatuo«, fenómeno que produce una fosforescencia generada por la descomposición de materia orgánica sobre el suelo o enterrada a poca profundidad, hay quienes en el momento de ser sorprendido en medio del campo por estas luces, olvidamos las afirmaciones científicas y mientras el sudor frío corre la espalda alcanzamos a murmurar alelados: «¡La luz mala.!»

Segun varios relatos, y algunos escritos también,  existen 2 tipos de luces espectrales que le aparecen a los desprevenidos caminantes.  «La luz blanca que aparece en la falda del cerro es buena, donde entra hay que clavar un puñal y al otro día ir a cavar… va a encontrar oro y plata. De la luz roja huyan o recen el Rosario, se dice que es luz mala, tentación del diablo». dice Hipólito Maricial Rojas

¿Quién prendió la luz?

El origen de esta creencia se remonta a los tiempos de la conquista española y como toda tradición transmitida de forma oral de padres a hijos y de abuelos a nietos, se fue modificando y adaptando a distintos tiempos y lugares, pero la esencia del relato es la misma.

En un principio, los españoles decían que esa luz indicaba el lugar donde se había enterrado algún que otro tesoro de oro y plata, y dicha luz era el alma del dueño de esa fortuna tratando de alejar a los extraños que quisieran quedarse con ella.

Con el pasar del tiempo y mientras avanzaba la doctrina cristiana en esta parte del continente fue mutando la creencia: ya no eran las almas de guardianes codiciosos de tesoros las que iluminaban con esa luz espectral, sino que ahora eran las ánimas de aquellos que no recibieron una sepultura cristiana o no estaban bautizados.