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La Madre del Agua

Berta Vidal de Batinni, recopila en su libro Cuentos y Leyendas populares de la Argentina, los dichos de un antigüo y pintoresco vecino de la localidad de Quines, al noroeste de la provincia. Lo que sigue es ese texto tal cual fue publicado EUDEBA en 1984

Francisco Ibáñez, 90 años. Quines. Ayacucho. San Luis. 1931

El narrador es uno de los pobladores más viejos del lugar. Está ciego en la actualidad. Todos lo llaman el “Dijunto Ibáñez porque en una oportunidad en que la policía lo llevaba preso junto con otros cuatreros, en un lugar del camino los fusiló. Todos cayeron, pero Ibáñez reaccionó al cabo de unas horas y huyó a las sierras en donde curó las heridas y después de un tiempo regresó al pueblo con el consiguiente asombro de la gente, pues todos lo creían difunto. Por ello le quedó este sobrenombre.

Yo enduve en mis mocedades por El Morro, y áhi decían todos que en la laguna que tenía arriba, el Cerro, salia la Madre del Agua. Me contaron muchos que la habian visto. Esa laguna tá en el mesmo potrero del Cerro. Claro el potrero (potreroValle interior en los cerros. Mesetas en donde hay agua y hay abundante pasto) tá arriba tamén, y es muy pastoso (Pastoso: Abundante en pastoy gû pa la hacienda y áhi han visto muchos mozos la Madre del Agua. Siempre se les aparecia a los muchachones, claro, porque es los que ella quiere cautivar. Cuasi siempre a la siesta la han visto. Todos dicen que es rubie con el pelo como barba  ´e choclo. Si aparece peinandose con un peine di oro. Dicen que tiene pelo larguísimo, que causi la tapa como un reboso, porque tá desnuda y es blanquisima.

Dicen cuasi siempre se sienta en un peñasco y como sale cuando tá juerte el sol, brilla como si juera una vislumbre di oro. Tamén han visto los campeadores al toro negro di apenas di oro, que sale siempre de la laguna. Dicen qui hasta el presente sale. Cuasi siempre se junta con l´ hacienda y trata de llevar algunos animales pa´ la laguna. Dicen qui un mozito corajudo lu enlanzo una vez. Y no lu hubiera hecho. Dicen que el toro lu arrastro pá la laguna. Cuando ya iba llegando y ya lo iba a meter en l´ agua, el muchacho no perdio el tino y saco el cuchillo y corto el lazo. Y ahí se salvo, claro. Ya se ve que no es cosa gûena la qui hay en la laguna. Hay como otro mundo. Todos creen qui hay un pueblo ahí. Claro, por lo que se ve, hay de ser nomas.

Y tamén todos dicen que el cerro desconoce. Es so lu hi visto yo. Una vez quiso subir un gringo, cuando yo andaba por ahí, y ahí se descompuso el tiempo y llovio como tres dias seguíus. A los criollos casi nunca los desconoce. Eso sí a los de mala indole o de malas intenciones, aunque sean criollos los desconoce lo mesmo, y entonces se enoja. Cuando el cerro se enoja brama y se descompone el tiempo. Los bremidos del cerro si ollen de muy lejos yo los hi oido como de diez leguas, en una ocasión. Los gauchos saltiadores le tenían miedo. Por eso los gauchos de Guallama y de la Chapanay nunca andau por áhi. (Santos Guallama y la Martina Champanay eran jefes de gauchos salteadores, procedian de San Juan y asolaban las provincias vecinas).

Cuando las indiadas venían con los malones a matar y a robar mujeres, niños, hacienda y todo lo que podían  arriar, el cerro bramaba. Dicen que en la pampa se via, di arriba el cerro, la nuve de tierra, como un humito, cuando avanzaban lo ranqueles (Ranqueles: Parcialidad de los araucanos de la pampa)Se via, claro, muy lejos. Ahi bramaba el cerro. Ya con ese anuncio, los morreros (Morreros: Originarios de El Morro) juntaban los animales que podian y subian al cerro. Dice que cuando lo oiban bramar, decían:

-Maber que pasa que ´ta bramando El Morro. Maber si desconoce o si viene el malón.-

Los baquianos subían y si devisaban polvo de la indiada, en la pampa, allá, lejos, pasaban la voz con un chasque, y ahí se juntaban pá salvarse. Los caballos de los ranqueles eran baguales (Baguales: Caballos alzados, acostumbrados a marchar por los terrenos blandos de la llanura y que no ressisten a las asperezas de las sierras) y ´taban acostumbrados a la pampa, no mas, y no podían subir las sierras, se despiaban y se cáiban. Las sierras eran la salvación de los cristianos en aquellos tiempos de los ranqueles.”

Trascripto literalmente