OpiniónPensamiento chuncano

Usted no es Philipp Mainländer y yo tampoco

Por Leonardo Vergara

En su Filosofía de la redención, Philipp Mainländer recomendaba el suicidio como negación radical de la voluntad, allí yacía la desengañada esperanza, final, de poder mirar en los ojos de la Nada absoluta. Riguroso él, se apresuraría también a la extinción de tal esperanza. Recibida, recién impresa, la primera copia de su obra, la noche del 31 de marzo al 1 de abril de 1976, el filósofo de 34 años, no deja escapar el momento definitivo de hacer coincidir su vida con su pensamiento, poniendo de manifiesto que de las cosas importantes no debe darse sólo demostración, sino también testimonio: se anudó una soga al cuello, y se colgó.

Estimo que la tan aristocráticamente mentada intelectualidad reside en la perspicacia del intelecto para discriminar cuál es el rasgo psicosocial que atraviesa la época. ¿Y en qué época o era vivimos? De la información, sostiene la auto-aduladora voz popular. Pero ¿qué es la información? Sospecho que la información consiste en sobrecargarnos con datos cuyo único objetivo consiste en ocultarnos quiénes somos. ¿Y quiénes somos? Pues esto es algo que difícilmente logremos dilucidar mientras opere la información en su era. No somos nosotros, son los “hechos”, es la “actualidad”, o el “inconsciente colectivo”, o el “amor”, o “dios”. ¿Y nosotros? Pues nosotros somos tantos, y a veces somos tan parecidos que la tarea de ocultamiento de la era de la información termina resultando bastante sencilla. La información tiende a ocultarnos y tender es un verbo suave porque aquí no estamos promoviendo a nadie a hacer la gran Mainländer.

Entiendo que la reiteración en literatura puede responder a dos cosas, énfasis o incapacidad comparativa: ¿quiénes somos? ¿Quiénes somos? ¿Quiénes somos? ¿Quiénes somos? ¿Quiénes? La historia nos oculta, salvo excepciones que recuerdan hechos, amores, dioses… la información tiende a ocultarnos, a negarnos como procesos psíquicos individuales y a operar sobre estos procesos psíquicos individuales subsumiéndonos como meras células al tejido social. ¿Quién es usted? No piense en su nombre, por favor, eso es información. Y aunque correr a mirarse en el espejo no deja de ser interesante, coincidiremos en que es harto más interesante preguntarnos quién es usted cuando deja de ser información.

La vida no sabe de nombres”, rezaba Vitángelo Moscarda en la escena inicial de Uno, ninguno, cien mil (Uno nessuno e centomila, 1926), precisamente, frente al espejo, acariciándose su prominente nariz, le pide a su mujer deje de usar ese apodo que acostumbraba a usar con él. Brillantemente dirá luego: “un nombre no es sino esto, una inscripción funeraria. Corresponde a los muertos. A quien ha terminado yo estoy vivo y no acabo. La vida no acaba. La vida no sabe de nombres.” Por caso, quiénes no somos, aparenta ser una pregunta más sencilla, a priori, yo no soy Vitángelo Moscarda, y usted tampoco, pero eso es mera información y la información persiste en ocultarnos. Aunque la información, los hechos, la actualidad, tienen una debilidad: pueden medirse, cifrarse, están universados, están ordenados. ¿Y nosotros? Creo que aquí estriba la más alentadora de las diferencias, lo que yo soy, no puede medirse, lo que no soy tampoco puede medirse. ¿Y lo que usted es? ¿Y lo que usted no es? Especulo con que la proporcionalidad es de temer. Mientras más presente estén, la información, los hechos, la actualidad, más ausentes estaremos usted y yo del asunto. ¿De cuál asunto? Usted, de saber quién es y quién no es usted; y yo, de saber quién soy y quién no soy.

El mundo no se ha vuelto impersonal por igualitarismo sino por evasión. El mundo nos despersonaliza por economía. Necesita que usted evada quién es y quién no es. No podría contenernos si usted se ocupara de usted y yo me ocupara de mí. Y aquí estamos, yo soy un mapa de bits enmascarado en estas letras (léase: información); y usted, ¿y usted? ¿Por qué diablos sabría yo quién es usted? ¿Usted acaso lo sabe ya?

Ahora bien, la información nos es dada de infinitas maneras, sí, desgraciadamente: infinitas. Es decir, hay infinitas maneras o formas de ocultarnos, de evadirnos. Para ser práctico y concreto voy a ponerle algunos ejemplos evidentes:

Tenga usted la ideología política que tenga, o aun en el caso de que crea no tener una, seguramente habrá escuchado o leído el famoso eslogan “La ruta del dinero K”. No voy a meterme en las vicisitudes y peripecias del asunto, usted juzgará como le convenga y la Justicia hará lo propio. Pero “La ruta del dinero K” no era usted, no es usted, no era yo, no soy yo. Allende la utilidad del razonamiento negativo, usted se ocupaba y yo me ocupaba de “La ruta del dinero K” ¿y quién se ocupaba de nosotros? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Se cansó? ¿En un par de renglones? Pero los medios no nos preguntaban si estábamos cansados, alienados. ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Scioli o Macri? ¿Y usted? ¿Y yo? ¿Quiénes somos? Qué importa: ¿Scioli o Macri? La información funciona así.

También he podido ver, al pasar revista, alguna que otra escena de una tira televisiva de un canal de aire. La conjunción no tiene nada de original: cura + monja + sexo. Es una oda a la unidimensionalidad de sentido. ¿Y usted? ¿Y yo? La información funciona prácticamente sin preguntas aunque suele soportar preguntas unidimensionales.

Pensemos en fútbol, por elegir el deporte más popular. El evento deportivo jamás termina en el evento. La capacidad del discurso periodístico deportivo es también infinita. De un partido a otro, pueden pasarse una semana hablando de un penal que fue o no, de una tarjeta mal cobrada, de un dedo meñique fracturado. La cuestión no acaba en que usted piense en la pelotita 24×24, la cuestión es que usted sueñe con esto. ¿Y usted? ¿Y yo?

Rápidamente podríamos ir concluyendo que ni usted ni yo somos Jorge Lanata o Víctor Hugo Morales, tampoco somos Gustavo Bou o Marcelo Gallardo. Pero esto es mera información y reitero, por esta tendencia al énfasis, lo que usted es y lo que usted no es, no podría reducirse a la mera información, o quizá sí, depende, ¿usted qué piensa? Quizá dependa de usted.