Opinión

Los debates no se ganan

Lo que debió ser una confrontación de ideas y propuestas, devino en un sinnúmero de chicanas y reproches entre los candidatos.

Salvo escasas y muy breves intervenciones, no existió una exposición clara de los programas de gobierno, que se vieron alterados luego de los resultados de la primera vuelta electoral.

De hecho ambos postulantes a la primera magistratura fueron incorporando a sus propios discursos propuestas de las fuerzas política que quedaron en el camino.  Sin embargo, quizá por la falta de experiencia en este tipo de contiendas, no se alcanzó a explicar dé qué modo se aplicarían esas políticas que habían sido criticadas por ellos mismos en el fragor de la campaña para las elecciones del 25 de octubre pasado.

Por su parte, miles de cyber militantes, colmaron las redes sociales con menciones de triunfo del candidato de su preferencia.
Alguno de los temas en los que se debió haber profundizado la discusión fueron: Ley de entidades financiera, esquema impositivo, presupuestos para educación, salud, acción social, política laboral, corrupción, narcotráfico, protección del ambiente entre otros que son (o debieran ser) de interés público.

Ganar o contribuir, esa es la cuestión. 

Hasta donde puede inferirse, un debate es un confrontación de ideas que permiten a los interesados cotejar, comparar, verificar una o un conjunto de ideas. De modo que plantear el debate como una competencia no hace más que reducir a una mera rivalidad, lucha o disputa, lo que debiera ser un pilar del sistema democrático: el planteo de políticas mediante los consensos inteligentes y no de la imposición a partir fuerza numérica.

Es necesario bregar para que este tipo de acontecimientos se hagan habituales en las vísperas de los actos eleccionarios por venir.