Sociedad

De Vespas, Elvis y Brochero.

Por Sergio Coria

Una tórrida siesta de febrero de 2012, cruzábamos las Altas Cumbres en moto con el segundo de mis hijos. Ese día, Marcos, comenzaba sus vacaciones y me había pedido expresamente que lo fuera a buscar en moto a Córdoba. Así fue que con la consigna que no pasar la siesta ni en Córdoba en Villa Dolores, emprendimos un viaje distendido y sin horarios.

En Copina paramos a comprar unos sándwiches para comer en alguna parada más arriba. Justo cuando estábamos saliendo vi que llegaba una Kangoo al lugar. Sin saber quienes venían en el vehículo, detuve mi marcha y regresé, anunciándole a mi hijo que creía que en ese auto venía una entrañable amiga. Así fue. Cuando se abrieron las puertas del trasporte aparecieron algunas monjas y de pronto el rostro conocido de la Magdalena que sin sorpresas me sonrió previo al abrazo mundial que nos prodigamos.

Un tiempo antes me comentó por mail que la trasladarían nuevamente al colegio de Villa Dolores. Sin embargo su llegada se había adelantado en, al menos, dos semanas.
-“Qué hacés loquito…!!!” me dijo mientras duraba el apretón del abrazo…
Vení -le dije- Mirá en que ando… y la llevé a donde mi moto sabiendo de su debilidad por las dos ruedas.
No escatimó en expresiones de admiración, ni ante la moto ni ante la presencia de mi hijo.

Y estuvimos un rato allí, hablando de todo, rapidito y prometiéndonos encuentros en la ciudad. En eso llega una trafic, el acompañante bajó y nos preguntó si habíamos visto una caravana de motos Vespa que cruzaban desde Carlos Paz a Mina Clavero. Los ojos de Magdalena se llenaron de brillo
Hay una caravana de Vespas?– preguntó mirando alternadamente al reciente interlocutor y a mi. Entonces el hombre nos explicó que colaboraban logísticamente con una caravana de 100 Motonetas Vespas históricas de venían desde Uruguay con destino a Chile. Ella se mostró muy interesada y el hombre sorprendido por ese interés de la monja.
Pasa que es fanática de las Vespa– le dije queriendo explicar.
Acto seguido, el hombre, la miró, sonrió y nos convocó a un costado de la Trafic.
Mirá que tenemos… – le dijo, y abrió la puerta lateral descubriendo tres motonetas marca Vespas restauradas. Magdalena no podía salir de su asombro y se concentró en una maquina en particular…
Esta es una Primavera del 60!-sentenció ante la sorpresa de hombre.
Ah…! Conocés de motos…!!!-exclamó el uruguayo.
Che… Vendemela. Cuanto vale?-le dijo con su inconfundible acento sanjuanino.
El dio una cifra y ella preguntó entusiasmada si era en pesos. Pero la ilusión se desvaneció cuando supo que el monto era en dólares.

El hombre siguió viaje en busca de la caravana de motos. Con Marcos retomamos el camino buscando las alturas y Magdalena regresó junto a sus hermanas que pacientemente la esperaban en la mesa con algún refresco.

Con Magdalena, además del amor por las motos compartíamos el gusto por las cervezas en la mesa de amigos, y del rock de Elvis Presley de quien se empecinaba en encontrarme parecidos en mi fisonomía de la adolescencia, allá cuando nos conocimos a principios de los 80´s.

Por entonces un grupo de alumnos del Industrial colaborábamos con la construcción de una carroza de un barco conformada por miles de claveles de papel de crep en el marco de la “Semana Estudiantil”. Eran días de poco sueño y mucha algarabía. Ese sábado habíamos pasado de largo del baile de la primavera y a fuerza de mates y cafés laboriosamente nos dedicábamos a concluir la alegoría que esa noche obtuvo el tercer premio. A media mañana llegó Magdalena para acompañar y alentar el entusiasmo juvenil. Uno por uno nos fue saludado y cuando llegó a mi, me preguntó:
Esa es tu moto?
Si – le respondí
Prestámela para dar una vuelta -desafió
Claro – y de inmediato me dispuse a sacar mi verde motoneta LH 125 a la calle.

Ella arremangó su hábito y salió dando gala su habilidad de motociclista. Cuando regresó alguna de las chicas tocaba la guitarra y entonces pidió que le cantaran “Volveré siempre a San Juan”.

Otras veces compartimos la mesa familiar ya que era muy amiga de mi hermana Laura quien era profesora en el colegio que Magdalena dirigía. De uno de esos encuentros recuerdo una anécdota que provocó una sonora carcajada de mi padre que solía disfrutar mucho de presencia de la religiosa. Palabras más, palabras menos ella dijo: “Podés creer que la otra vez estaba en Córdoba y fui a ver una película. Cuando llegué a la taquilla el señor que vendía las entradas me dijo: Hermana, esta película es prohibida para menores de18 años… entonces le respondí que si quería le podía mostrar el documento para que viera que era mayor de edad… Qué barbaridad laven a una con hábitos y no sé que se piensan– renegaba ante la risa de los comensales.

Tiempo después la trasladaron y volvía sabe de ella en 1997 cuando estuvo al frente de la Casa de Ejercicios del Cura Brochero. En el marco de la Semana Brocheriana de ese años se realizaban una serie de actos para promover la causa de beatificación del Cura Gaucho. Allí me contó le había pedido mucho al “Curita” poder regresar al valle y sintió que, el ahora Santo, la había escuchado pues en su carácter de Directora de la Casa, le cupo la responsabilidad de trasladar las reliquias de Brochero desde el antiguo ataúd en el fue sepultado en el piso del santuario a la urna que se depositaría en la cripta especialmente construida en la pared del templo. En esa oportunidad, embargada por la emoción me contó que estaba solamente ella en una habitación con los restos del santo y que uno a uno fue tomando y las reliquias con supremo cuidado y devoción.

Ella decía que Brochero era quien la había llamado. De esos día es la foto junto a rosa del jardín dela Casa de Ejercicios. Otra vez ella y Monseñor Colomé intercedieron ante el por entonces Cardenal Primatesta para que accediera a una entrevista periodística. Pero esa anécdota, que seguramente recordará Adrián Vieyra, será motivo de un próximo relato.

Nos volvimos a encontrar en otras Semanas Brocherianas.

Supe posteriormente que andaba por África misionando. En el 2010 le escribí y me respondió desde San Miguel de Tucumán y un par de años después fue el encuentro en Copina.

En noviembre de 2013 hablamos apropósito de un video que había descubierto en un documental sobre la Madre Catalina y en julio este año hablamos por última vez recomendándonos cuidados mutuos ante la pandemia incluso me hizo partícipe de un mensaje grabado por su comunidad .

Esta mañana me enteré de su partida. Sin dudas puso su vida al servicio del prójimo, hasta sus últimas fuerzas.

A esta hora me gusta pensar que llegó a un lugar de luz, en donde la recibieron los amorosos abrazos de su madre y la sonrisa protectora del Curita Brochero.

Gracias por los momentos, querida Magdalena

Hasta siempre…

Saludos a Elvis, si anda por ahí.